Resumen:
Los asentamientos humanos se han desarrollado históricamente en torno a ríos, en
base a la presencia de cuencas hidrográficas, como resultado de los múltiples
beneficios o servicios ecosistémicos que éstos aportan a la vida humana (Brauman
et al., 2014). El desarrollo de actividades antropogénicas en los sistemas fluviales
de todo el mundo no ha estado exento de menoscabo, sino que ha significado un
deterioro estructural y cambios en el funcionamiento ecológico de los ríos (Petts &
Calow, 1996; Naiman et al., 2008). Un ejemplo de ello es el desarrollo energético
en base a la energía potencial del agua de ríos que, a través de su esquema de
generación eléctrica, a menudo cambia el régimen de caudal de los ríos,
modificando la estructura y funcionamiento de éstos, con consecuencias negativas
para los ecosistemas y la biodiversidad (Anderson et al., 2006; Botelho et al., 2017).
Numerosos estudios han abordado los efectos de la regulación de caudales sobre
los distintos componentes de los sistemas fluviales (Kennedy et al., 2016; Bejarano
et al., 2017; Ashraf et al., 2018). Sin embargo, el estudio de los efectos de la sola
regulación de caudales no siempre ha permitido entender los cambios que se
producen en estos ecosistemas. Más bien ha quedado de manifiesto la complejidad
en las respuestas de los ecosistemas fluviales y las comunidades bióticas que
habitan en él, poniendo en evidencia la necesidad de estudios desde una
perspectiva interdisciplinaria.