Resumen:
La preocupación por el medio ambiente ha ido en aumento desde hace varias décadas. Los primeros indicios tuvieron lugar en los setenta, producto de la crisis energética que se vivió en esos años. Esto provocó una reacción ante los impactos sociales de la escasez de recursos y dio paso a las primeras aproximaciones al problema de la
interacción entre medio ambiente y sociedad. La constatación de la cada vez mayor degradación ambiental y la percepción de los
problemas ambientales como una amenaza a la salud y al bienestar humano, tanto a nivel local como global, ha llevado a los organismos internacionales a poner alerta sobre el equilibrio entre ecología y crecimiento. En 1987 se constituyó la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, conocida como Comisión Brundtland, la que estableció “el desarrollo sostenible” como concepto clave de la política internacional. Este concepto refiere a la satisfacción de las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras,
apelando por tanto a evitar el crecimiento económico indiscriminado a cualquier costo. La tecnología juega un rol ambiguo en este debate. Por un lado es considerada causante de la degradación medioambiental, en la medida que permite aumentar las posibilidades
de crecimiento y por ende las extracciones de recursos, la polución y la generación de los riesgos asociados. Por otro lado, la tecnología se constituye como la solución. La producción de tecnología ecológica y su papel en la transformación de los procesos de producción y consumo adquieren cada vez mayor importancia. Desde esta perspectiva, la ciencia moderna y la tecnología se establecen como instituciones centrales para la reforma ecológica.