Ritmo y silencio: relaciones formales entre música y poesía en Quince de David Rosenmann-Taub.

Abstract

David Rosenmann-Taub (Santiago, 1927) es frecuentemente descrito como un poeta complejo, cuya obra se caracteriza de entrada por su hermetismo y por lo que podría considerarse un oxímoron estético: una raigambre en la tradición de la rima y, al mismo tiempo, una impronta moderna, tanto en el uso no convencional de la forma tradicional como en los temas que presenta su obra. En cuanto a su papel dentro de la escena poética chilena, DRT ha se ha caracterizado por ser un actor solitario y envuelto por un cierto halo enigmático. Gran parte de este “misterio” se desprende de su precocidad al momento de publicar en revistas literarias importantes a mediados de la década del cuarenta, en contraste con su súbita desaparición de la escena literaria nacional exactamente 30 años después. A partir de este distanciamiento, el poeta mantuvo una tendencia al enclaustramiento y a la independencia de todo circuito literario, lo cual mantuvo por mucho tiempo alejada su obra de todo proceso de mediatización. El poeta tampoco formó parte de alguna agrupación que, pese a su ermetismo, lo cobijase dentro de la memoria literaria nacional, como puede ser el caso del grupo Mandrágora. De hecho, en las palabras de Fernando Alegría, la generación del ’50 destaca precisamente por la escisión de sus integrantes, quienes “parecen apartarse de la idea de escuela o de grupo y liberar una batalla individual siempre tentativa” (en Muñoz & Oelker, 2014, p. 357). Sin duda los poetas más conocidos de esa generación y sobre los que hay más literatura son Enrique Lihn, Stella Díaz Varín y Jorge Teillier, seguidos por un gran grupo de autores menos conocidos, pero cuya impronta ha trascendido en el tiempo: Armando Uribe, Alberto Rubio, Miguel Arteche, Efraín Barquero, entre otros. En medio de todas estas individualidades, la figura de DRT se mantuvo incluso por debajo de este segundo orden de popularidad.